La belleza es un concepto subjetivo y relativo que depende de la cultura, la época y el contexto. Sin embargo, también es un concepto universal que nos conecta con nuestra sensibilidad y nuestra humanidad. El arte es una de las formas más poderosas de expresar y comunicar la belleza, ya que nos permite crear, apreciar y compartir obras que nos emocionan, nos inspiran y nos hacen reflexionar.

El arte puede adoptar diferentes modalidades, como la pintura, la escultura, la fotografía, la música, la literatura, el cine, el teatro, la danza y muchas más. Cada una de estas modalidades tiene sus propios lenguajes, técnicas y estilos, que evolucionan y se transforman a lo largo del tiempo. El arte también puede ser clasificado según diferentes criterios, como el género, el tema, el movimiento, la época, el autor, etc.

Las redes sociales se han convertido en un espacio privilegiado para difundir y consumir el arte en todas sus modalidades. Nos ofrecen la posibilidad de acceder a una gran variedad de obras artísticas, desde las más clásicas hasta las más contemporáneas, desde las más famosas hasta las más desconocidas, desde las más locales hasta las más globales. Las redes sociales también nos permiten interactuar con el arte, expresando nuestras opiniones, valoraciones, gustos y preferencias, así como descubrir nuevas obras, artistas y tendencias.

Sin embargo, también plantean algunos desafíos y riesgos para el arte y la belleza. Por un lado, las redes sociales pueden banalizar el arte, reduciéndolo a un mero producto de consumo masivo, que se busca, se mira y se olvida rápidamente, sin profundizar en su significado, su contexto o su valor. Por otro lado, las redes sociales pueden distorsionar el arte, sometiéndolo a unos criterios de popularidad, viralidad y rentabilidad, que pueden afectar a su calidad, su originalidad y su autenticidad.

Como diseñador gráfico, me pregunto realmente como la influencia de las redes sociales llega a afectar a nuestro trabajo. Aunque abren las puertas a muchas referencias e inspiración, también crean unas expectativas muy altas que hacen que pueda afectar a creer que el trabajo propio no es suficientemente bueno. Muestran constantemente el trabajo de otros diseñadores que pueden ser más exitosos, más creativos, más originales y más reconocidos que tú. Pueden hacer sentir que tu trabajo es mediocre, aburrido, repetitivo o poco valorado. Personalmente, me han llegado a hacer dudar de mi talento, de mi estilo, de mi capacidad y de mi vocación. No me han hecho perder la confianza, la motivación y la pasión por mi trabajo pero en ocasiones he llegado a dudar de mí mismo.

Por eso, creo que es necesario replantearse el papel que juegan las redes sociales en nuestra relación con el arte y la belleza. Creo que es necesario reconocer que las redes sociales no son una fuente fiable ni objetiva de información, sino una plataforma que responde a unos intereses, unos algoritmos y unas manipulaciones. Creo que es necesario recordar que el arte y la belleza no se pueden medir ni comparar, sino que se deben apreciar y disfrutar. Creo que es necesario reivindicar el valor de nuestro propio trabajo, sin dejar que las redes sociales nos hagan sentir inferiores o insuficientes.

Las redes sociales pueden ser una herramienta muy útil y positiva para el arte y la belleza si las usamos de forma adecuada. Pero también pueden ser una fuente de estrés, ansiedad, frustración y decepción si las usamos de forma excesiva y compulsiva. Por eso, hay que ser plenamente consciente del propósito de las mismas. El propio nombre te indica la función que tienes que aplicarle a ellas. Redes sociales. Unas redes donde compartir y socializar, sin que ello afecte a tu percepción y tu actitud crítica sobre las cosas.